Segundo domingo de mayo: DÍA DE LA MADRE. El más grande de los anhelos de una mujer es expresar el don de ser madre. La madre cuenta una fuente interminable de amor, que va entregando a sus hijos, de a pocos, durante su corta existencia. Esta fuente de amor realmente es inagotable, que nace y existe en el centro mismo del corazón; algo así, como un “ojo de agua” que brota en el centro del bosque. ¿Qué pasa si se deforesta la parte del “ojo de agua”? Se seca. No hay agua allí; tampoco en el cauce por donde el agua siempre discurría. En cambio, el corazón de la madre, aun siendo ella maltratada, su herido corazón sigue brotando amor a borbotones.
La vida de los hijos se desarrolla de manera normal, gracias al motor que está permanentemente impulsando esa vida. El motor de incalculable potencia que la madre lleva en su interior es el amor. La concepción se realiza en un ambiente lleno de amor, cuando la futura madre ya ha planificado con la debida antelación. La participación del hombre en esta etapa puede ser considerada como un instrumento para el cumplimiento del anhelado objetivo. La siguiente etapa, llevar dentro de su propio ser, un nuevo ser humano, es el clímax o punto de quiebre que convierte a la mujer en un ser llamado madre, que la hace única, que la hace simplemente diferente. Sentir dentro el latir de un corazoncito, percibir el pataleo y desplazamiento de un pequeño ser que ha der ser suya, solamente suya, hace que se abra la fuente de amor en el corazón de la mujer que la convierte en madre. El ofuscamiento de la respiración, el calor ambiental casi insoportable, la llegada de extraños antojitos culinarios, la incomodidad física en el caminar, estando sentada y echada, es el conjunto de signos que la futura madre soporta resignada y de buena manera, porque está segura que pronto verá al ser que ya ama y lo siente en su interior durante nueve meses.
El acto del nacimiento es la expresión de entrega total de una mujer para convertirse en madre. Ella sabe que este acto es un riesgo. No importa, “la vida de mi hijo es primero”, dice. Jesucristo entregó su propia vida por todos nosotros, como una evidente demostración de amor. Así, una mujer entrega hasta su vida por su hijo, por el amor que le tiene.
De manera que, los mortales que conformamos la sociedad, somos el resultado del amor y venimos a este mundo llenos de amor: El AMOR DE DIOS, el cual nos envuelve como un halo durante nuestra existencia; sino, que nosotros mismos, con nuestra indiferencia hacemos esfuerzos por escaparnos de esa envoltura de amor. JESUCRISTO ha dado su vida por cada uno de nosotros, para estar salvos siempre; pero, no sigamos pecando. LA MADRE, nos ha concebido y nos ha traído a este mundo con todo el amor humano posible. ¿Qué más se puede pedir a éste mundo, a ésta vida? Si tenemos amor, realmente tenemos todo.
¿Los hijos expresamos gratitud por el abundante amor que la madre nos da? ¿Somos gratos con JESUCRISTO por el AMOR que nos da siempre? ¿Damos gracias a DIOS por el infinito AMOR con el que nos envuelve? No parece. ¿Si tenemos abundante amor, por qué estamos tan desunidos? ¿Por qué la brecha tan grande entre unas y otras personas? Quizá, las personas actuamos ensimismadas en las actividades materiales, monetarias; y casi siempre egoísta, pensando solo en nosotros mismos, sin importarnos las demás personas. ¿Por qué dejamos de lado el amor de Dios? ¿Dónde está el amor que nuestra madre nos ha dado siempre? MADRE DE MI VIDA, FELIZ DÍA.