“Están desubicados”. Es la clara percepción de la gran mayoría de peruanos sobre los legisladores.
Primero: El sistema de gobierno peruano es el “democrático”, donde el pueblo elige sus autoridades y la vida de las personas está ordenada en base a normas legales. Ya nadie está de acuerdo con gobiernos “autocráticos”, donde gobierna una familia, militares, subversivos o un grupo político que ingresó al gobierno con una fachada y luego cambia de color para perpetuarse en el cargo. Estos gobiernos autocráticos se mantienen en los cargos no necesariamente por sus sapiencias y actos benévolos, sino con armas de fuego, amenazando con el cañón a las personas. ¿A qué persona en su sano juicio le gusta vivir con el cañón del fusil apuntándole su sien?
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Segundo: El gobierno democrático, facilita la vida normal de los pobladores, en paz y armonía, con el resguardo de la policía; garantizando la integridad territorial mediante las fuerzas armadas. Las leyes que permiten esa vida normal, son elaboradas por los congresistas. Quienes administran el cumplimiento de esas normas legales son los trabajadores del poder judicial. Entonces, los legisladores se constituyen en los intelectuales, que arman los paquetes legales, a los que se van a regir los peruanos para vivir. El poder ejecutivo cumple y hace cumplir estas normas. El poder judicial castiga a quienes no cumplen ¿Quién difunde el contenido de la inmensa carga de normas a los que deben cumplir, los peruanos? ¿Qué porcentaje de peruanos conoce todas las normas legales?
Tercero: ¿Para qué se elaboran las normas? Para que los peruanos las cumplan. ¿Cómo van a cumplirlas si no las conocen? Su problema.
Cuarto: Acaso no hay una relación directa: A mayor cantidad de normas legales, mayor delincuencia. Entonces, es imperativo simplificar las normas legales peruanas.
Quinto: ¿Cómo se hacen las normas legales sin el conocimiento del pueblo? Si las normas legales son para ordenar la vida de los peruanos, entonces, las normas legales deben provenir del pueblo, no solo con las sapiencias, sino recogiendo el sentimiento popular; es decir, las normas legales deben tener alma, deben tener vida. Así, las normas legales, serán conocidas por la población y formarán parte de su vida. Para que esto ocurra, los congresistas deben estar en contacto permanente con el pueblo, seguir conviviendo con él mientras desarrollan sus funciones, para recibir las iniciativas y sentir las vibraciones de sus sentimientos humanos. Allí, no solo se advertirán las inquietudes de nuevas normas legales, sino también, los problemas palpitantes del ejecutivo, para cumplir con su labor de fiscalización.